8 jul 2007

Rugby en Interviú!

"Somos señoritas en un deporte de brutos"
• Llevan cuatro años sin perder un partido y destacan por su valentía, coraje y agresividad, aunque no son nada violentas. Licenciadas en Educación Física, creen que el rugby es el más noble deporte de contacto. Su modestia no está reñida con el optimismo.



25/06/07

"Ya nos ves, ni bestias ni mastodontes ni marimachos. Somos chicas normales: universitarias, inteligentes y muy femeninas. Eso sí, nos va la marcha y jugamos al rugby; un deporte minoritario, de contacto, pero muy noble”.

Olga Asensio (Barcelona, 29 años) juega de medio melé y es una de las capitanas del INEF-Barcelona, el equipo más laureado del rugby nacional (cuatro copas de la Reina y ligas catalanas y tres campeonatos de España consecutivos) y que lleva cuatro años sin conocer la derrota. Olga es, como sus compañeras, licenciada en INEF, y reivindica todos los valores del rugby.

No es agresivo y fomenta el compañerismo, la amistad, la valentía, la inteligencia, el espíritu de equipo... Créeme, más que un deporte, es una forma de vida”, sentencia Gina De Swert (Barcelona, 24 años), también profesora de Educación Física y una de las diez internacionales del equipo. Al instante, la tercera línea Maite Delgado (Barcelona, 30 años), que destaca por su fuerza, talento y versatilidad, comenta sin tapujos: “Sí, practicamos un deporte de brutos y villanos, pero somos señoritas, muy femeninas y con mucha clase. Y aunque nos hagan placajes duros y con mala baba, callamos y aguantamos porque hay nobleza. Son las reglas del juego”.

Opinión que también comparte la tercera línea María Lillo (Mallorca, 33 años), una de las veteranas del grupo: “En el campo vamos a muerte, y si hay que parar a la rival para evitar el ensayo, se la derriba como sea, dentro de la legalidad. Todas aceptamos que si nos agarran es para tirarnos al suelo. La agresividad es deportiva, no la violencia”.

Cuentan las 22 componentes del INEF que para practicar el rugby, además de sacrificio y entrega, hay que saber soportar el dolor físico (rotura de nariz y de ligamentos y luxaciones de hombro son las lesiones más corrientes) y correr sin desmayo para no perjudicar al equipo: “En ningún otro deporte hay tanto compañerismo. Si una va, aunque haya elegido la jugada equivocada y nos la peguemos, el resto morimos por ella; luego ya le leeremos la cartilla en el vestuario”, recalca Olga Asensio, organizadora del equipo.

Y es que en función de cómo esté el rival, en décimas de segundo mueve a sus ocho delanteras y decide la jugada que van a desarrollar: “Cada una sabe su función (pase, placaje, percusión, táctica colectiva, melé) y hay que correr hasta que nos paren, o derribar a la adversaria. Cuanto más en forma estás, más disfrutas y la satisfacción es increíble”, recalca con orgullo Olga, a la que nunca le tiembla la voz para levantar el ánimo a sus compañeras. “Cuando vamos perdiendo, nos recuerda que a ovarios no nos gana nadie y siempre remontamos; por eso llevamos cuatro años sin perder”, recuerda la central Raquel Erro.

Como se entregan al máximo, terminan hechas unos zorros, pero al acabar cada partido no faltan al tercer tiempo: “Aunque nos demos de hostias, las anfitrionas siempre invitamos al equipo rival a un aperitivo o a una comida. El ‘tercer tiempo’ se debería patentar en todos las disciplinas para fomentar la amistad, el compañerismo y el respeto entre los deportistas”, recalca Conchi Ramos (Zaragoza, 31 años) al recordar que tras ganar la última final de Copa a las chicas del Pozuelo, de Madrid, se fueron con ellas a celebrarlo a una discoteca.

Además de por su nivel cultural –en muy pocos equipos todos sus integrantes son licenciados– las jugadoras del INEF destacan por su sencillez: “Aquí no hay estrellitas. Todas curramos como mulas y nos sacrificamos por el equipo”, apunta Patricia Colomina (Barcelona, 21 años).

El INEF sólo les subvenciona con 1.500 euros al año, por lo que ellas se costean la _ cha federativa, el alquiler del campo, los balones, la equipación, los desplazamientos... “Pagamos hasta por respirar y, como nadie nos ayuda, el rugby nos cuesta a cada una 700 euros anuales, y eso que organizamos _ estas y vendemos camisetas”, recalca Maite Delgado. María Lillo también exterioriza su desencanto: “Juego desde hace 14 años y cada vez estamos peor. Somos las reinas de copas y ni en Cataluña saben a lo que jugamos”.

Tras lograr el bronce en el último Campeonato de Europa, todas sueñan con poder disputar con la selección española el Mundial de Nueva Zelanda. Antes de la despedida, Gina De Swert anima a las adolescentes para acabar con el sedentarismo y la litrona: “En el rugby, al jugar 15, cabemos todas: gordas, flacas, pequeñas... No nos conoce ni Dios, pero nos lo pasamos genial”.

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